Al Sur del Río Bravo
Como inmigrante tiendo a pensar mucho en qué tan diferente soy y, al mismo tiempo, cuánto tengo del mundo y la cultura norteamericana. Como muchos latinoamericanos de ciudad, me encuentro compartiendo mucho, pues finalmente el cine, la música y los productos de Estados Unidos fueron una gran influencia, incluso en una época previa al internet y a la comunicación instantánea. Crecí viendo a Tom y Jerry, escuchando a Nirvana y tomando Coca-Cola. Sin embargo, los clasemedieros del contexto urbano latinoamericano somos la minoría, también muy influenciada por las costumbres y culturas locales.
No comparto la idea de incluir a todos los países al sur de los Estados Unidos en la categoría “América Latina”. Por supuesto que la realidad es mucho más compleja que esa etiqueta. Es una división totalmente arbitraria. Sin embargo, cualquiera que haya llenado un formulario al norte de México, bien sea para aplicar a una visa, universidad o trabajo, sabe que es muchas veces necesario marcar la casilla de “Hispanic”, “Latino” o “Latin American” cuando pregunta por tu ethnicity. Y ya que el mundo, o al menos los gringos, nos ven con un solo par de lentes, pues pensé interesante hacer el ejercicio mental de pensar un poco en lo común.
Lo Real Maravilloso de América Latina
No tengo la suerte de conocer todos los países de América Latina. Probablemente fallaría terriblemente si alguien me pide enumerarlos todos de memoria. Lo que personalmente me ayuda a pensar en América Latina con cierta unidad son los libros que la representan desde dentro. De alguna manera, esta literatura refleja la creencia en lo imposible, o al menos en lo que para un occidental se presenta como imposible.
El ejemplo obvio sin duda es Cien años de soledad. Remedios la Bella ascendiendo al cielo entre sábanas blanca, o el hilo de sangre de José Arcadio atravesando la ciudad para avisarle a Úrsula que su hijo había muerto son mínimos ejemplos de una novela que sucede en un universo donde los hechos solo son irreales para el lector no nativo. Porque para los personajes, estos hechos representan la cotidianidad de un mundo en donde no es posible asumir nada por cierto, ni normar la realidad.
Tal vez mi ejemplo favorito vaya al género del relato fantástico, sin duda más ligado al mundo urbano, en donde me es más sencillo encontrar elementos comunes, precisamente lo que los convierte en historias más trasgresoras. Al leer cualquier cuento de Julio Cortázar nos encontramos en una ciudad de América Latina como cualquier otra, en donde lo tradicionalmente cotidiano se presenta. Es sin duda un paso a la esquina opuesta si pensamos en Cien años de soledad. Sin embargo es precisamente ahí en donde un elemento subversivo de la realidad aparece, destruyendo cualquier pretensión de normalidad. El tigre que acecha la casa en Bestiario, el hombre que transfiere su esencia a un reptil en Axolotl, el hombre que vomita conejitos en Carta a una señorita en París o el personaje del libro que asesina al lector en Continuidad de los parques son grandes ejemplos de un mundo aparentemente occidental acechado por lo imposible, y que al mismo tiempo ocurre de una manera aterradoramente natural.
Finalmente pienso en Mario Vargas Llosa y sus novelas muchas veces descritas bajo la etiqueta de realismo urbano. Un autor que tenía pretensiones de representar el mundo que lo rodeaba, con lo injusto y lo bello, lo grotesco y lo hermoso, tal como viene. Estas intenciones, sin embargo, no dejan de lado el hecho de que la realidad de América Latina es extrema. Como los jóvenes cadetes de la escuela militar violando y luego devorando una gallina en La ciudad y los perros, o como el dictador impotente que abusa de una adolescente en La fiesta del chivo. Ejemplos que son intencionalmente basados en hechos históricos, pues su fuente no es otra que el colegio militar Leoncio Prado en el Perú o el presidente/dictador de la República Dominicana Rafael Leónidas Trujillo. Incluso el realismo latinoamericano tiene lugar para lo imposible.
Yo Soy Sur-Occidental
La literatura en sí no es un argumento suficiente para describir la realidad, según las más duras de las ciencias naturales, porque las evidencias que presenta son totalmente subjetivas. Sin embargo, dentro de mi lógica latinoamericana, el relato oral y la anécdota son formas irremediablemente válidas de conocimiento. Es posible conocer el mundo de América Latina a partir de sus relatos, y es posible notar gracias a ellos que no somos tan occidentales como muchas veces creemos. Sin duda nuestros siglos de colonización nos han hecho descendientes del pensamiento europeo, pero pretender que ese pensamiento se ha mantenido puro e aparte de nuestras creencias locales es bastante ingenuo.
Si el norte global es una arbitraria división simbólica de los países desarrollados y ricos, puedo pensar que mi esencia sureña me hace diferente. Soy un individuo sur-occidental, y si pensamos geográficamente en América, en donde esta línea simbólica de sur/pobre versus norte/rico no corresponde con la línea ecuatorial, creo que puedo decir que el mundo de América Latina comparte esta esencia austral, en donde la realidad implica todo el tiempo una constante duda. Una duda de la ciencia y sus predicciones, de las categorías universal y de las normas impuestas. Probablemente la gente del sur vivamos muy imbuidos de una creencia en lo imposible.
Muy interesante – estoy aprendiendo español, pero soy profesora de inglés (nativa Suiza).
Storytelling is something I also integrate into my teaching as much as possible.
Hi Elsbeth,
I find that storytelling helps a lot students struggling with a second or third language because it helps them to find their own voice in the new linguistic experience. As you probably know, it is really hard to express your own personality in a different language. In my experience, I found that storytelling makes the language acquisition process more personal and engaging. Glad to hear you are enjoying the blog!