Valores de la escolaridad
La educación escolar se ha convertido en un tema central en el discurso político internacional, recientemente incluida en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible para el 2030 de las Naciones Unidas. Las formas en que instituciones internacionales como UNICEF o el Banco Mundial miden el desarrollo y los logros educativos es a través de pruebas estandarizadas y su procesamiento estadístico, práctica que refleja un valor muy difundido en la educación contemporánea: la rendición de cuentas (el término académico en inglés es accountability). Para garantizar la educación, es necesario mostrar un resultado material, medible, procesable, y de ahí viene la importancia de las pruebas estandarizadas.
Es parte del sentido común occidental asumir que una buena educación implica alrededor de once años de escolaridad, asumiendo que asistir a la institución escolar es lo mismo que educarse. La única garantía concreta que existe de una buena educación es precisamente estas pruebas de logro. Programas internacionales como el International Baccalaureate (IB) las usan, también se utilizan para filtrar el ingreso a universidades con pruebas como el SAT y el GMAT. Sin embargo, resulta muy saludable preguntarse: ¿son esas pruebas un verdadero indicador del proceso educativo?
Enseñanza vs. entrenamiento
El punto de este post es el siguiente: bajo un paradigma educativo en donde la rendición de cuentas a través de pruebas estandarizadas es lo que consideramos educación, es necesario darnos cuenta que la educación escolar se viene reduciendo cada vez más a un principio de entrenamiento. Opongo el término de entrenamiento al de enseñanza para mostrar dos de los valores que en nuestra época priman en la educación. La medición estandarizada, que implica la igualación de estudiantes de contextos, culturas, géneros y clases diferentes, promueve una educación basada en el entrenamiento porque finalmente el objetivo no es alcanzar un saber o una habilidad, es obtener un resultado numérico positivo. La teoría es que en el proceso de obtener ese resultado se alcanzará la habilidad, sin embargo cualquier sistema de evaluación favorece a algunos estudiantes, desmantelando la idea de que se trata de un proceso estandarizado. La competencia no es equitativa (alumnos que tengan habilidades ligadas a otras áreas que no sean las de lectura/escritura y lógico/matemática se encuentran en desventaja), y por tanto se quitan oportunidades a comunidades de base oral, a personas con habilidades gráfico/visuales o que destaque en cualquier otro conocimiento alternativo.
La idea de una educación centrada en la enseñanza promueve un valor educativo más abierto en donde el alumno pasa por un proceso de (auto)descubrimiento, enfocado individualmente y capaz de desarrollar a cada alumno por lo que tiene y no por lo que una prueba considera que debería tener. El problema con esto, es que dentro del valor neoliberal de rendición de cuentas, la educación centrada en la enseñanza es imposible de medir o contrastar porque es por naturaleza individual y no estándar.
Así, es posible encontrar dos prácticas educativas en cualquier centro escolar: el entrenamiento, que implica la preparación del alumno para una prueba (teaching to the test) que potencialmente le permitirá acceder a otros beneficios educativos (ingreso a universidades, becas, etc.); y la enseñanza, práctica centrada en el alumno y sus necesidades individuales, que sí bien es imposible de medir, se acerca más a un ideal educativo integral, en donde es posible que el estudiante descubra y desarrolle fortalezas que lo ayuden a procesos de toma de decisiones.
¿Qué educación es la que queremos?
Sin duda, conociendo esta distinción, muchos padres optan por colegios que ofrecen mejor entrenamiento, pues finalmente esperan que la enseñanza primaria y secundaria abra puertas hacia la educación superior, que determinaría más consistentemente la trayectoria profesional de sus hijos. Sin embargo, hay padres que aún esperan todo de la escolaridad: buenos resultados, buenas oportunidades y formación personal. Es necesario saber qué ofrece cada colegio en la práctica. Muchos centros educativos mostrarán su posición en rankings internacionales y la cantidad de exalumnos que siguen una carrera exitosa en universidades en el extranjero.
Es necesario entender que la educación no funciona así, pues no se trata de un proceso estandarizado de producción industrial. En la educación no hay garantías, porque los procesos son siempre individuales y diferentes. Cualquier institución que ofrezca o promocione valores y prácticas estandarizadas, no está teniendo en cuenta que la educación es un proceso complejo e inmanejable.
La pregunta que un padre o un estudiante necesita hacerse es ¿qué educación es la que queremos? Es posible optar por un centro de entrenamiento que tenga la tendencia de alcanzar buenos resultados en pruebas estandarizadas. Sin embargo, es necesario aceptar que al hacer esa elección se está sacrificando valores más universales de educación. Es posible optar por la enseñanza, y correr el riesgo de que al salir del sistema internacional, el acceso a privilegio educativo sea más complicado.
La educación es un proceso humano que pasa constantemente al interactuar con nuestro entorno. Familia, amigos, compañeros de estudio y trabajo, todos son actores y agentes de educación. En otras palabras, todo el tiempo estamos educando y siendo educados, aprendiendo y adaptándonos, relacionando saberes nuevos con saberes antiguos, destruyendo y reconstruyendo nuestra propia identidad. Pero esto no quiere decir que la escolaridad garantice un proceso educativo puro y maximizado.
Escolaridad o educación
La escuela nos educa por el contacto con otros, por la confrontación con lo otro. Los compañeros de otras secciones, los adultos que te rodean, el personal no docente, todo colabora a un proceso educativo. La escuela educa automáticamente por la exposición al mundo que automáticamente sucede en cualquier centro educativo. Esto no quiere decir que los programas educativos garanticen una educación. Si se quiere seguir considerando la primaria y la secundaria como los modelos ideales de educación, es necesario superar términos como evaluación estandarizada y rendición de cuentas. La educación como elemento enriquecedor de la humanidad no ocurre ni se refleja totalmente en un examen. La enseñanza, herramienta comunicativa que relaciona individuos diferentes y que reconoce la individualidad del otro, es en esencia un modelo mucho más enriquecedor que cualquier institución con buenas notas y buenos puestos. Si instituciones como las Naciones Unidas estás dispuestas a asumir el reto del crecimiento de la educación, deberían incluir otros modelos educativos, menos formales y más bien ligados a las comunidades y culturas locales. Garantizar que los jóvenes pasen por centros educativos primarios y secundarios no garantiza la educación, garantiza el ingreso al sistema. La escuela entrena, pero no necesariamente educa.