La historia de la escolaridad
Ya hemos hablado en este blog sobre la diferenciación entre dos conceptos largamente distanciados pero fuertemente relacionados como la educación y la escolaridad. A nivel académico, este es un tópico recurrente. La distinción entre escuela y educación es necesaria para entender los sistemas educativos, para considerarlos críticamente y analizar si están atendiendo un servicio que apunta hacia la educación, pero no siempre la logra.
Una buena manera de distinguir ambos conceptos es pensar en el desarrollo histórico de la escuela. Aunque ahora la escuela nos puede parecer una de esas instituciones que siempre han estado ahí, es importante reconocer que no siempre lo estuvo y que es de hecho bastante reciente. Para ilustrar el desarrollo histórico de la escolaridad, aquí un video bastante ilustrativo:
Aunque el video efectivamente presenta una postura altamente crítica de la escolaridad como medio de control social, es importante reconocer, aunque no estén de acuerdo con esta postura, que la escuela no es un modelo natural de educar a la gente. De hecho, es necesario entender que la educación puede tener fines muy concretos que solo involucran una parte de lo que implica “ser educado” o, más simplemente, de lo que significa aprender.
¿Para qué sirve la educación?
Definitivamente esta pregunta sobrepasa a este post. Esta sin duda parte de una curiosidad filosófica de cuestionamiento de paradigmas bases. Definitivamente, es una pregunta que me rebasa y me cautiva. Desde una perspectiva bastante más práctica, esta pregunta apunta justamente a desvincular este matrimonio por costumbre que tienen la escolaridad y la educación. Cuando preguntamos para qué sirve la educación, en la mayoría de los casos, estamos pensando en la escuela. Entonces, ¿en qué otro momento más sucede la “educación” sino en la escuela? Aunque mi respuesta a esta pregunta aun no tiene el sustento que quisiera, pienso que si entendemos por educación el proceso general de aprendizaje de habilidades que nos permiten adaptarnos a nuestro entorno (tanto físico como cultural), lo que podría decir es que la educación ocurre constantemente durante toda nuestra vida.
He encontrado una interesante reflexión sobre los objetivos y las razones de la educación durante las primeras etapas de nuestras vidas, la educación que corresponde a los años en que estamos en la escuela, en este video de The School of Life:
Me quedo con la respuesta que da sobre el sentido de la educación escolar. The School of Life propone que la educación escolar debería ayudarnos con dos tareas fundamentales de nuestra vida: el trabajo y las relaciones humanas. Es posible no estar de acuerdo con el curríulo que propone para alcanzar esos objetivos. Pero definitivamente ayuda a llegar a una reflexión mayor sobre qué debemos esperar de la escolaridad, la propia ya pasada y la de nuestros hijos.
Pensando de forma práctica la escolaridad
En mi post anterior hablé un poco sobre cómo elegir una colegio (centrado en el contexto limeño que me rodea) para nuestros hijos. Vivimos un momento histórico donde el tema de la educación escolar está altamente politizado. No solo eso, sino que a nivel de las prioridades de las políticas públicas y privadas a nivel global, la educación se ha convertido en un tema de alta prioridad. Sin embargo, mi recomendación es tomarse el tema de la educación de la forma más práctica que se pueda.
La distinción teórica de la que hablo en este post debería ayudarnos a tomar decisiones prácticas al respecto de las instituciones educativas por las cuales vamos a pasar, tanto a nivel escolar como universitario y técnico. Si distinguimos claramente que escolaridad, entendida como la institucionalidad pública o privada que tiene como objetivo brindar educación (específica o no) y certificarla, no abarca todos los procesos educativos por los que los seres humanos pasamos, entonces es fácil utilizar el sistema a nuestro favor.
¿Qué queremos de la educación institucionalizada? Es una pregunta que todos deberíamos hacernos antes de formar parte de cualquier institución educativa. No propongo un discurso rebelde en contra de las instituciones educativas, para nada. Solo creo que es necesario desmitificarla. Pensar que un colegio va a aportar todo lo que un niño necesita para desarrollarse plenamente como un ser humano es bastante ingenuo. Particularmente porque no hay un acuerdo general sobre cómo debe ser un “humano pleno”. Debemos tomar lo que queremos de la infinidad de instituciones que ofrecen educación.
Como madres y padres, debemos pensar qué institución puede complementar la educación que nosotros sabemos que podemos ofrecer en casa. Como estudiantes universitarios, debemos requerir de la institución a la que postulemos aquellas oportunidades que deseamos, bien sea networking profesional o búsqueda del conocimiento. Como profesionales debemos tomar los diplomados o cursos que se nos presenten como oportunidades de mejorar en lo que necesitemos. Tal vez necesitemos hacer más atractiva nuestra hoja de vida o, por otro lado, aprender un nuevo idioma porque nos da placer y ayuda a estar más felices.
Si entendemos la diferencia entre educación y escolaridad, entre el proceso humano infinito del aprendizaje y la institucionalización de espacios que ofrecen aprendizaje especializado, es posible sacarle más provecho al sistema y navegarlo mejor. Pensar que la escolaridad es la única manera de desarrollar una sociedad tal vez impone demasiada presión en una institucionalidad que tan solo tiene un par de cientos de años en nuestra historia.