Pedagogía alternativa: bebiendo de otras fuentes
Cualquiera que se ha parado frente a un salón de clase, de cualquier edad o etapa educativa, sabe que no hay fórmulas para enseñar. Para ponerlo de otra forma, no hay ninguna técnica, ni actividad, ni estructura de clase que garantice el aprendizaje o la comprensión en los alumnos. Es usual, especialmente en los primeros años como profesor, que uno dedique horas a la planeación de sus clases y que encuentre alguna solución muy creativa para enseñar un tema que es tradicionalmente difícil de digerir para los alumnos. Sin embargo, también es común, que en la aplicación práctica esta idea innovadora no funcione como lo habíamos pensado. Este problema invita a la creatividad de todo docente: ¿y ahora qué hago para que entiendan?
Sin duda muchos profesores encuentran métodos que se acomodan bien a sus estilos de docencia, y los encuentran en el laboratorio educativo que es un salón de clase, luego de años de ensayo y error y de ir afinando el ojo docente que identifica y reconoce alumnos y tipos de aprendizaje. En mi experiencia personal como profesor escolar (que no es particularmente larga hasta ahora, pero definitivamente no cojea de falta de creatividad), mi práctica se ha nutrido fructíferamente de tres experiencias educativas que yo mismo viví como estudiante: el yoga, las artes marciales y la música.
En este post quiero comenzar con mi reciente experiencia en el yoga para hablar de la utilidad de tomar estrategias pedagógicas de entornos educativos no escolarizados. Bajo la premisa de que todos somos estudiantes (porque existencialmente hablando, la vida es un constante proceso de adaptación y, por lo tanto, de aprendizaje) pretendo explicar cómo estas prácticas ajenas a la docencia tradicional me han dado herramientas prácticas concretas que han ayudado a algunos de mis alumnos.
Desde donde hablo
Debo hacer un descargo: no soy un experto en ninguna de las disciplinas que voy a mencionar en este y los siguientes posts. Tampoco he hecho estudios o investigaciones formales sobre la pedagogía de estas disciplinas. Aquí hablo como un estudiante de estas disciplinas, que resulta ser docente de 8 am. a 5 pm. Aquí hablo como un profesor que aprendió su profesión en la práctica del día a día y que tuvo que adaptarse a partir de herramientas como las que voy a tratar luego. Así, en este post, y los que vengan, voy a hablar de algunos nociones aprendidas en mi práctica como estudiante de yoga, artes marciales y música que han enriquecido mi práctica docente, y que con suerte puedan ayudar a alguien más.
Aprendiendo del cuerpo
Mi llegada al yoga, como la de muchos, fue por el furor new age que esta disciplina viene causando hace ya algunas décadas. En búsqueda algo que me haga mover el cuerpo pero que no me ponga en trámites competitivos donde haya que sumar puntos o sets, muchos me recomendaron el yoga, que además resultaría ideal para superar mi insomnio, para mejorar mi concentración, para desarrollar mi espiritualidad… Yo me convencí cuando encontré una oferta de dos meses en el centro de yoga más cercano. Cinismos aparte, me convencí del yoga y de todo lo positivo que dicen de esta práctica cuando en la primera clase el instructor me dijo “No te fuerces, haz las posturas hasta donde puedas, tu cuerpo sabe lo que necesita y si lo fuerzas te puedes lesionar”.
No soy particularmente flexible ni tomo agua de rosas ni uso ropa de hemp. Sin embargo, en mi corta experiencia yogui puedo decir que efectivamente ayuda con el insomnio y que que al poco de practicarlo me dio herramientas para limpiar mi concentración. Lo de la espiritualidad todavía está en proceso. La experiencia que rescato del yoga es la aplicación de una lógica muy diferente a lo occidental en cuanto al tema de la superación.
El logro en el yoga, al menos dese mi experiencia, se centra en la superación personal que viene de entender los límites de uno mismo. Realizar una postura y luego dominarla a partir de la concentración en tu propio cuerpo me trajo dos conclusiones que tienen que ver con el aprendizaje.
1. El cuerpo enseña:
En entornos educativos tradicionales (como lo es el salón de clase), la meta del aprendizaje (lo que el estudiante debe poder hacer) la pone la currícula: Al final de un semestre los estudiantes deberían ser capaces de redactar un ensayo simple y haber leído dos novelas. Sin duda el profesor es quien hace cumplir la currícula en clase, pero de cualquier forma el sentido común de la escolaridad se basa en la idea en que hay ciertos momentos en donde un grupo de estudiantes de cierta edad debería haber adquirido ciertas competencias y conocimientos.
Utilizando el sentido común del yoga como una pedagogía alternativa puede servirnos en clase para no tomar el fin de semestre o la evaluación anual como la meta en donde el estudiante debería haber logrado el aprendizaje. Por el contrario, se podría “escuchar al cuerpo”, enseñar que los mismos alumnos son agentes de su aprendizaje. Enseñar cómo aprender (que en pedagogía moderna se llama metacognición y es muy recomendado en varias teorías educativas) implica enseñar a descubrirse, a que el estudiante aprenda a conocer sus propios ritmos internos. Como ya he mencionado en este post, y en este también, hay un peligro moral al imponer metas en los estudiantes. Un peligro de generar un sufrimiento inútil que le arrebata al alumno su agencia en el proceso educativo, atacando el principio básico de bienestar estudiantil que todo centro educativo debería cuidar. Como enseña el yoga, el cuerpo sabe, hay que darle la oportunidad de escucharlo.
2. El aprendizaje es individual:
En mis primeras clases de yoga intentaba ver a los otros estudiantes para medir mi nivel de progreso, hasta que poco a poco fui entendiendo que el progreso de los demás no me ayudaba a entender lo que yo necesitaba para mejorar. Porque es el concepto de “mejorar” lo que es diferente aquí. Mejorar no es estar más arriba en un ranking o ser más flexible que el del costado. En este caso mejoramiento implica sentirse mejor, no lesionarse haciendo una postura, sentirse más cómodo durante y después de la práctica.
Otra vez, se trata de aplicar un sentido común diferente a la práctica educativa. Efectivamente ha sido útil para mi labora de profesor entender que los procesos de aprendizaje son diferentes en cada estudiante, que medir el progreso de uno según el progreso de otros o el progreso indicado por una currícula es en esencia antipedagógico porque otra vez implica imponer estándares que roban agencia al estudiante en su propio proceso. Si entendemos que el aprendizaje es individual, es más fácil ayudar a un estudiante con dificultades, pues podemos acercarnos a ella o él y entender qué es aquello que no le permite seguir aprendiendo. Dificultad que seguramente es personal y no tiene tanto que ver con el tema por aprender.
De esta forma, entendiendo que cada alumno es portador de sus propias limitaciones y necesidades, entendiendo que el camino hacia el desarrollo de una capacidad es diferente en cada uno, podemos sumar herramientas pedagógicas positivas para la clase. En mi experiencia docente me ha servido mucho ver mi salón no como una típica clase de español, sino de vez en cuando romper con el sentido común educativo escolar (del cual yo también soy fruto) y repensar los problemas desde otras experiencias de aprendizaje. Entender que mis alumnos no necesitan saber seguir una estructura de ensayo escrito, sino entender cómo cada estudiante puede apropiarse de esta forma de escribir.